lunes, 20 de junio de 2011

Tabaco con sabor a suicidio

Y entonces tirado ahí, un cuerpo desnudo, unos ojos sobre las palmas de aquellas manos finas y delicadas, un espíritu tocando puertas y alarmando a las campanas para que relinchen sobre los pueblos ausentes de ira, de alegría y vida.
Y entonces tirado ahí ese cuerpo desnudo de alma, de caricias, va gritando a los visitantes que se detengan para que escuchen su historia. Ellos lo ignoran.
Las golondrinas se posan en los cables tensos con sus ojos tensos sobre el cuerpo, sobre la imagen necrótica y una foto velada.
Las animas recogen y acogen uno más para su grupo de manifestantes que ansían la paz y el sabor a vino en sus bocas enmendadas con naranjas y Bugambilias marchitas.
 El polvo danza ajeno al viento, son dos desconocidos y amantes al mismo tiempo.
Son extraños los rostros de aquellas calles que ven y no ven nada al cantar de las estrellas ausentes.
Son los ecos que estallan sobre la espuma de los golpes de agonía.
Y entonces ahí veo mi cuerpo desnudo de ira, de alegría y vida.
Y entonces tirado ahí mi cuerpo desnudo de alma, me elevo a la esperanza de una nueva oportunidad para sonreír después de acabar aquí, entre dioses que contemplan como estas venas van grabando en mármol la pregunta a la cual se nos ha condenado, pero de la cual nadie tiene respuestas. 

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