lunes, 6 de junio de 2011

Semilla de esperanza

Al atardecer observé el caer de una semilla de esperanza al futuro. Sabía, que con esa lluvia se abrirían los portales para que entraran las llamas del juicio y de un nuevo comenzar. El marco de la ventana, el humo de mi taza de café hirviendo y mi cigarrillo contando historias de muerte y vida, daban la escena perfecta para el cambio, el renacer. Se desvanecía el huracán en mi mente y los rayos de claridad penetraban el rincón más obscuro de memorias huecas que llenaban mi todo. Ya no había lagrimas como respuesta a todas las preguntas, solo floreaban lirios entre el negro y denso reclamar de siempre. Los campos de oportunidades daban sus nuevos frutos al verse libres de la peste, de la duda, de la incertidumbre. Por fin, sentía la mano del universo acariciar mi cabeza después de encender un millar de velas en honor a esta. Por fin, sentía que el viento se detenía a contemplarme para llevar mis suspiros a quien le corresponden y ofrecerme un olor a rosas en todo el ambiente. Entonces observé entre la cortina de lagrimas angelicales tu presencia, un caminar lento entre los charcos y la brisa. Observé un disfrutar de aquellos manjares naturales que los dioses nos ofrendan. Observé una danza sutil entre mi ventana y el humo. Observé que algo se detuvo para observar la escena que yo construía, la misma escena a la que pertenecía en ese momento. Y fue como tu mirada disparo colibríes a mis ojos, a esos retoños de Jacaranda. Se detuvo frente a mi, se acercó a la ventana mientras mi cuerpo se volvía de mármol, acercó su aura, acercó su boca y dejo escapar pasión sobre el cristal para formar con sus dedos largos un corazón que hasta la fecha permanece ahí, en la misma ventana que vio pasar ese atardecer donde cayó la semilla de esperanza al futuro que estamos viendo germinar tu y yo.  

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