lunes, 20 de junio de 2011

Sobre un diván


Anoche mientras me encontraba acostado en el viejo diván donde los dioses escuchan mis cuestionamientos, alcance a escuchar a un ser llorar, era un gemido tan inaudible que me costo acertar de donde provenía. Me levanté y traje conmigo una rosa para que me iluminara el camino hacia el llanto, entre más cerca me encontraba podía ver como la luz de un pequeño sol se iba consumando entre tanto dolor y sufrimiento. Me dirigí con pasos sutiles entre las aguas densas que los rodeaban y le ofrecí la rosa, él me vio con ojos de desprecio y reconocí esa mirada mas los dos hicimos como si nunca nos hubieras visto antes. Le ofrecí mi otra mano para levantarlo y la aceptó, mi mano no pudo salvarse de una ligera quemadura que provocó con su fuerza y al levantarse vi un hueco en su expresión, tan llena de dolor, tan llena de confusión. Sabía que si me atrevía a abrazarlo, él terminaría abrasándome entre el poco fuego azul que todavía rodeaba su cuerpo aun así me arriesgue y con todo el amor que mi corazón pudo bombear lo abracé. Él suspiro y me susurró algo en el oído que no pude comprender. Entendí entonces que me había topado con mi fin y era tiempo de entregar mi felicidad y mi todo a aquel sol para que pudiera volver a brillar. Tome las cuatro esquinas del Universo y lo doble hasta dejarlo del tamaño de una postal, la cual coloque en el pecho de aquel bello sol. Espante todas las mariposas negras que le auguraban más sufrimiento con todos mis suspiros y mis últimos soplos. Invoqué al fuego friccionando cada célula de mi cuerpo hasta hacerlas encender y donar todo mi calor, mi pasión. Arranque desde la raíz el brillo de mi mirada que ansiaba poseerlo todo y a la vez nada, para que brillara e iluminara cada una de las galaxias próximas. Me adentré entre los recuerdos y cementerios de mi cabeza para crear una red de experiencia que le proporcionara sabiduría y sobriedad. Desplumé a cada uno de mis ángeles para hacerle un colchón de plumas por si se llega a caer pueda hacerlo sin dolor sentir, otra vez. Salpiqué los vacíos, las penas y amarguras con mi sangre para darles color y alegría a cada una de esas cosas sombrías. Derroté a todos los demonios y ausencias que la materia esconde para que limite en su camino, no tenga. Y así fui dándome hasta el punto de ser parte de su todo y a la vez nada. Y así fui evaporándome de su recuerdo y de su creación…

Anoche mientras me encontraba acostado en el viejo diván supe que cada mariposa que se posa en tu camino es una luz que ilumina el mío. 

1 comentario:

  1. Es demasiado tú, y al mismo tiempo es un buen texto, aparte de tener imagenes excelentes =).

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