miércoles, 23 de marzo de 2011

El trato y la Luna

Hagamos un trato. Fue lo que le dijo antes de disparar aquella cantidad letal de dolor en los oídos de la persona que amaba. Caminó despacio en dirección a él, con la luna como juez. Lo tomó de las manos llenas de aquel liquido salado que lubricaba las ganas de arrancarle la piel. El sintió aquel liquido tan espeso que supo lo que pasaría. El viento corría veloz atrás del vagón anaranjado. La luna lloraba acostumbrada de aquellas escenas de amor. Aproximó su cara de porcelana y abrió los labios entre arrepintiéndose de algo que no había hecho y al mismo tiempo con las ganas de hacerlo. El tuvo el honor de saber que pasa cuando un tímpano se contrae hasta hacer una implosión y antes de dejarla hacer eso, levantó las manos y la empujó. La luna paró de llorar cuando se percató que una nueva escena estaba ocurriendo. Pudo sentir como el aire se adentraba entre sus cabello que pasaba por su rostro y al mismo tiempo la misma emoción que siente una pluma al caer. El no interrumpió más el trayecto y dejo escapar una sonrisa misteriosa en su rostro. La Luna les gritaba a las estrellas con alaridos de precaución… Ellas nunca escucharon. Y así fue entonces como él sin poder tener la capacidad de soportar que ella lo abandonara prefirió donar su cuerpo a las vías donde aquel transporte público llamado metro registraba millones de historias que contar. Está era una más.